Bird Lives. Charlie Parker

Billy Bauer, Charlie Parker, Eddie Safrans y Lennie Tristan, Nueva York, 1949. Foto: Herman Leonard
Billy Bauer, Charlie Parker, Eddie Safrans y Lennie Tristan, Nueva York, 1949. Foto: Herman Leonard

por Lola Zavala

El 12 de marzo de 1955, Charlie Parker estaba riendo a mandíbula batiente frente a un programa cómico de la televisión, se reía con la gran intensidad que lo caracterizó durante toda su vida. Todo lo que hizo, lo hizo apasionadamente. Si se trataba de tocar el saxo alto, lo tocaba con fuerza, con violencia. No por nada se dice la frase: Esto es tan letal como un solo de Charlie Parker. Un solo que se clava en las entrañas, que inunda el alma, que avasalla, que arrebata.

Charlie fue un revolucionario, un genio que cambió el rumbo, para bien, del jazz. Pero si se trataba de deprimirse, también lo hacía con intensidad: un inmisericorde abismo lo absorbía, se lo llevaba lejos y lo obligaba a intentar arrancarse la vida y a salir corriendo de su inclemente infierno. Si se trataba de drogas también le entraba con alegría y con locura. Si se trataba de alcohol bebía hasta perder el sentido, perder el estilo, perderse el respeto a sí mismo y perder, casi todas las veces, su tan preciado saxo. Lo extraviaba con frecuencia, pero también lo empeñaba. La falta de dinero lo hacía deshacerse de esa extensión de sí mismo para poder satisfacer la violenta demanda de heroína que su cuerpo exigía a gritos. Sin embargo, su talento no se apagaba, estallaba aún cuando ese saxo no era otro que un saxofón de juguete y aún cuando su cuerpo apenas podía mantenerse en pie. Un día llegó sin saxofón a un concierto en Canadá donde tocaría con un monstruo de la trompeta: Dizzy Gillespie. No pudo conseguir un instrumento de verdad, así que se arrancó con un exiguo saxofón de plástico del que salieron las notas más alucinantes que nadie había escuchado jamás.

Aquél fatídico 12 de marzo el cuerpo de Charlie no pudo más. Estalló en risas para luego salir volando. Bird desplegó sus alas y abandonó el mundo en el que vivió, intensa y apasionadamente, durante tan sólo 34 años.

Lo que nos dejó es eterno. Bird lives. Charlie sigue aleteando, Charlie sigue aquí agitando almas. Nos sigue acariciando de manera arrebatadora a través de sus grabaciones y lo hace como nadie conseguirá hacerlo igual jamás.

Deja un comentario