Los campeones descalzos

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Ilustración: Lola Zavala

A finales de junio de 2014, un grupo de niños triquis, proveniente del estado de Oaxaca, México, estuvo en Barcelona para participar en la Copa de Baloncesto de esta ciudad. 

Los campeones descalzos

por Lola Zavala

Procedentes de la Sierra Mixteca de Oaxaca, de la población Río Venado, los llamados Gigantes Descalzos de la Montaña llegaron a Barcelona para demostrar sus grandiosas habilidades en la Copa de Baloncesto de esta ciudad. Su llegada nos conmovió a nosotros y a todo aquél que los miró jugar con tanta entereza, con tanto corazón y disciplina para quedar subcampeones (luego de un reñido partido contra el equipo de París) y para llevarse a casa el trofeo “Fair Play” por su comportamiento en la duela en cada uno de sus encuentros. El camino para estos niños no ha sido nada fácil. Han conseguido salir adelante persiguiendo sus sueños a pesar de que en el lugar que los vio nacer abundan la pobreza, el hambre y la violencia. Han podido viajar a otros torneos internacionales, en Estados Unidos y también en Argentina donde ganaron todos sus partidos.

Foto: Malinalli García
Foto: Malinalli García

Ellos son Deysi Martínez (la única niña de la selección), Bernabé Martínez, Néstor Cruz, Abimael García, Melquiades Ramírez, Efrén Martínez, Maximiliano Rodríguez, Fernando Félix, Tobías de Jesús Bautista y Dylan Ramírez y pertenecen a la comunidad indígena Triqui de Oaxaca, México.

Han llegado hasta aquí gracias a la incansable y titánica labor que se lleva a cabo en la Academia de Baloncesto Indígena de Oaxaca (ABIM). Una lucha tenaz, llena de obstáculos y múltiples batallas, no sólo para conseguir que todos estos niños coman por lo menos una vez al día, sino para obtener un soporte al deporte indígena que es, la mayoría de las veces, inexistente. Como desgraciadamente también lo es el apoyo en general (en educación, salud, servicios, etc.) hacia las numerosas comunidades indígenas de nuestro país.

Ninos-triquiLos niños se sienten más seguros jugando descalzos. Sus pequeños pies vuelan como lo hacen en casa cuando, por la mañana y antes de ir a la escuela, corren con los pies desnudos por la montaña y recogen leña para ayudar a sus familias. Viven en condiciones muy precarias, pero con una disciplina firme que se va construyendo en la Academia. Los niños tienen sueños y luchan por ellos con una fortaleza que es transmitida a través de la entrega de Sergio Zúñiga, su entrenador y actual director de la ABIM.

Para entrar al equipo deben estar inscritos y obtener buenas notas en la escuela. La idea es que a través del deporte estos pequeños no abandonen sus estudios y consigan terminar una carrera.

En la ABIM colabora cada vez más gente, desde médicos que se desplazan a las diferentes comunidades donde existe el programa, hasta profesores que los visitan con frecuencia, procedentes de la Universidad de Chapingo. Y trabajan no sólo a nivel deportivo, sino también a nivel familiar. Los niños aprenden en la escuela y fuera de ella, trabajan ayudando en sus hogares y también colaboran en las tareas de limpieza.

El programa ha conseguido dar muchos frutos, por ejemplo, que haya disminuido la deserción escolar. Actualmente se trabaja no sólo con niños de la comunidad triqui, sino también con niños de las comunidades zapoteca y chinanteca, también del estado oaxaqueño.

La variedad de comunidades indígenas de México es amplísima. Oaxaca es uno de los estados con mayor diversidad étnica, pues conviven en ella 18 comunidades distintas, todas con lengua y cultura propias.

Hoy vemos a esos niños sonrientes, entregando sus almas y corazones y nos brota el orgullo nacional. Pero lo más importante es que abramos los ojos un poco más y miremos con atención hacia sus comunidades, que nos demos cuenta de la grave situación en la que viven. Que hagamos algo, por pequeñito que sea, para conseguir que pronto todos estos niños y sus comunidades tengan las oportunidades, los derechos y los recursos que se merecen.

Ellos han demostrado que no hacen falta zapatos para tener alas y para volar lejos. Hagamos que ese vuelo los lleve sin tropiezos hasta la cima del mundo.

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