Regalando felicidad

Foto: Lola Zavala
Foto: Lola Zavala

por Lola Zavala.

Ricardo Cornelius es un ser entrañable pegado a un largo y simpático bigote: es mimo, es clown, es actor, es bailarín, es músico y seguramente muchas más cosas que tiene por ahí escondidas (es una caja llenita de sorpresas). A  ellas se sumarán, con toda certeza, las donadas por el tiempo, la experiencia y sus inmensas ganas de aprender.

Ricardo nació en Puebla, en México, y desde unos años vive en Barcelona regalando felicidad. La ofrece en todos sus espectáculos (Cía Sonámbulos) y también en los hospitales, pues es miembro de Pallapupas (payasos que trabajan en hospitales) contribuyendo a mejorar, a través de la risa, el estado físico y mental de los más pequeños y de las personas mayores ingresados.

Ricardo se formó en México, donde empezó tomando clases de pantomima y fue buscando maestros. Estudió también danza, para hacer una mezcla entre mimo y payaso. Con unos colegas organizó un festival, en Puebla, que continúa hasta ahora. Primero fue nacional y con el paso del tiempo se tornó internacional, creando más público y más exigencia cada año. Trabajó con Sigfrido Aguilar, uno de los mejores clowns que existen en México. Viajó en la búsqueda de otros maestros. Vino a estudiar a Barcelona a una escuela de mimo corporal, hizo dos años, le gustó tanto que hizo otros dos y aquí sigue.

Así, pues, empezamos con nuestra charla con nuestro querido Ricardo.

¿Cómo se llama tu personaje en Pallapupas?

Yo soy el enfermero Mascarillo. Todos los nombres que tenemos tienen relación con el hospital, por ejemplo tenemos a la compañera Gelocatila, el Termómetro, a la Pachucha…

¿Cómo te integraste a Pallapupas?

Hice un casting, en aquél momento lo hicimos como 60 personas y quedamos sólo 3, de los que quedamos dos actualmente trabajando. Constantemente van haciendo castings en los que el director artístico va escogiendo el perfil que necesitan. Una vez que entras al hospital es otra historia, porque se trabaja mucho con la intuición. Yo hago dos servicios, quirófano y planta. En planta voy visitando habitaciones y me encuentro con mucha familia, personal sanitario, médicos, enfermeras. Estamos, por ejemplo, cuando a un niño le tienen que poner una vía, o cuando se la tienen que quitar. Nuestra labor es relajar esos momentos de tensión. Buscamos, a través del universo que vamos desarrollando ese día con nuestro compañero, meterlos en la historia y que sea lo más ligera posible. Siempre trabajamos en parejas, normalmente de chico y chica.

¿Esto funciona sólo para los niños?

No, yo creo que funciona para toda la familia que está ahí. Trabajamos junto con el personal sanitario. El clown es una persona que se abre a cualquier cosa que pueda pasar en ese momento, hacemos muchas improvisaciones. Y vamos aprendiendo. Yo llevo unos años, pero siento que aún tengo mucho que aprender. Siempre es posible encontrarse con cosas que nos mueven el tapete, que nos descolocan. Eso es interesante, el cómo abordar las situaciones difíciles.

Tenemos unas formaciones y dentro de ellas tenemos la oportunidad de ver casos prácticos y tenemos también el soporte psicológico que nos ofrece la compañía.

Cuando yo empecé agradecí mucho trabajar con alguien que ya llevaba mucho tiempo. Vi cómo normalizaba las situaciones y aprendí mucho. Así vamos encontrando cómo ser efectivos, para lograr que haya menos tensión y conseguir que los procesos no sean tan dolorosos, que realmente el payaso sirva.

El enfermero Mascarillo, foto cortesía de Pallapupas.
El enfermero Mascarillo, foto cortesía de Pallapupas.

¿A los médicos les gustan los clowns?

La experiencia que tengo ha sido muy buena con el personal sanitario. Nos llaman, por ejemplo, cuando van a hacer una cura. ¡Ay, están allí los Pallapupas! Que vengan. Siempre andamos pendientes de lo que necesiten, llevamos cada día una transmisión, sabemos qué pacientes hay y así acudimos preparados.

Hacemos servicios también para la gent gran (gente mayor). Es muy bonito también trabajar con los abuelos. Te puedes permitir más cosas, pero también son niños pues tienen una parte inocente.

Y cuando vas a quirófano ¿cómo es?

El niño pasa por 3 fases: la recepción, la sala de espera y el quirófano. Nosotros somos el único referente que tiene el niño. Ilustramos a través del juego para que el niño esté con nosotros y la idea es que su proceso sea lo más leve, que no sea traumático. Cuando regresan del quirófano y cuando despiertan no estamos inmediatamente, porque tienen un proceso que seguir en lo que se recuperan. Depende cómo despierten, a veces se pueden despertar un poco más irritados. Ahí entra nuestra parte de improvisación. El niño sabe quiénes somos, que estamos jugando, que estamos creando.

¿Siempre los aceptan los niños?

Hay de todo. Pero si el niño dice que no le gustan los payasos, no insistimos. Simplemente tratamos de no irritarlos, de no ponerlos más tensos. Hay otras maneras de entrar poco a poco, casi siempre sucede que lo logramos. Tenemos que hacerlo con pinzas, pero él es el que nos invita a jugar y cuando eso pasa hay que aprovechar. Nunca imponemos una situación ante este contexto. Tenemos que ser muy cautelosos e intuitivos, saber lo que necesitan.

¿Es lo mismo un clown que un payaso?

Bueno, lo empezaron a diferenciar no hace mucho tiempo, hace como unos 30 o 40 años. Pero realmente la traducción de clown es payaso. Yo creo que los profesionales no tenemos esa diferencia de si es clown o si es payaso. Se hizo un poco para diferenciar a los payasos de colores (los de los zapatotes) de los otros. Se ha tomado un poco de manera despectiva decir payaso. Pero yo creo que el ser payaso es tan útil como cualquier otra profesión y creo que es muy importante darle ese reconocimiento. Para mí es lo mismo clown que payaso.

¿Es lo mismo un mimo que un payaso?

El mimo es una persona que domina el cuerpo, es su especialidad y también hace muchas ilusiones con él. Al mismo tiempo está quizá más relacionado con la danza, con el teatro gestual. De la fusión del payaso y el mimo pueden salir cosas muy buenas. El payaso también tiene esta libertad y esta locura, la necesidad de juego todo el tiempo. Si lo puedes experimentar y utilizar todo tu cuerpo para dar mensajes eres un buen comunicador. Que al final creo que esa es la labor del clown: comunicar. Es decir, que el mimo y el payaso se complementan, como muchas otras cosas, también como con el circo o la danza o la música. Hay muchos payasos excéntricos.

¿Excéntricos?

Sí, hay diferentes tipos de denominaciones de payaso. Normalmente los que se conocen en el circo son el cara blanca (una figura digamos aristocrática, que tiene poder, que es un poco más serio) y el otro payaso, que es su lado opuesto, el augusto. Uno y otro se complementan, uno le pone los límites y el otro se los pasa. También están los payasos excéntricos, son los que buscan de cualquier simplicidad hacer algo extraordinario, con una cierta destreza, que te pueden sorprender. Por ejemplo haciendo quizá un equilibrio, quizá una acrobacia, tocando un instrumento. Utilizan más el cuerpo. Ahora se está ampliando mucho la variedad.

¿Tú te consideras excéntrico?

Yo estoy en constante búsqueda. En el hospital, por ejemplo, se trabaja otro registro pues el objetivo es distinto. Nuestro día día en el hospital es buscar otras atmósferas, cambiar el ambiente, crear menos tensiones. Y se puede hacer de diferentes formas, pues cada combinación de payasos que está ahí es un mundo y las maneras de improvisar son diferentes. Los universos que se crean son siempre distintos, dependiendo de la combinación. Hay unos que tienen facilidad en la voz para cantar o para hacer ruidos extraños, incluso facilidades de palabra y hay otros que corporalmente crean imágenes. Las combinaciones son muy interesantes de hacer y al final tenemos que aprender a hacer de todo.

Yo creo que hay que encontrarse a uno mismo. Tú eres el que hace la comedia y tienes que aprender a reírte de ti mismo. Ese es el potencial de cada payaso. Cada payaso es único y tiene que afinarse. Dicen que los payasos son mejores entre más viejos sean. Somos como el vino, pues. (Risas).

¿Siempre se trata de conseguir que la gente se ría o no necesariamente?

Yo con el tiempo me he ido relajando mucho. Porque antes sí que tenía esa presión y cuando sales a hacer una improvisación y buscas eso a veces sufres. Si un payaso sale a escena y no disfruta lo que está haciendo inmediatamente se nota. No estás en un estado de juego y cuando sales a escena tienes que buscarlo en libertad, pasándotelo bien. Me he hecho muchas veces esa pregunta y yo creo que sí, porque el payaso es un comunicador de emociones. Y esa es una de las cosas que espera el público. La risa es relajante, te libera, es redentora. Decía un maestro que la risa es una interrupción que se tiene que tomar en cuenta. Tú tienes que salir a hacer un trabajo, el que sea. Si tienes que salir en tu número a limpiar unos zapatos, vas y limpias los zapatos. Tu manera de limpiar esos zapatos será lo divertido y si el público se ríe, pues ya tienes una puerta abierta para poder improvisar, para estar con él, pues te está invitando a entrar a su casa.

¿Cómo es que te decidiste a ser payaso?

En algún momento nos encomendaron que hiciéramos un sondeo entre nuestros familiares para saber como qué querían que estudiáramos. Mi padre es médico. Cuando le pregunté me dijo: –Nombre mijo, haz lo que quieras, haz lo que quieras. Pero bueno sí, me gustaría que alguno de mis hijos estudiara medicina. Cuando le dije que iba a ser payaso, me dijo: – ¡¿Cómo?! Y yo le contesté: -¡Ohhh! ¿No que podía ser lo que yo quisiera? (Risas) Pero bueno, muy buena onda mis padres. Me han visto actuar y me ven realizado, ven que soy feliz y que disfruto lo que hago. Cuando le dije a mi padre que me habían escogido para la compañía de clowns de hospital se puso muy contento. A mí me interesaba mucho trabajar en la compañía, encuentro que las cosas de hospital las siento muy cercanas, por mi padre. Es una cosa que no pensé. Había hecho un curso de clowns en Chile, pero no trabajé en hospital, sólo había observado. Y de repente me encontré aquí.

En paralelo tuve que estudiar una carrera universitaria, estudié artes plásticas.

O sea que… ¡también pintas!

Sí, pero esa es otra historia.