Testimonios de revuelta y esperanza con John Gibler

por Lola Zavala

Barcelona, sábado 13 de mayo. Esta tarde el periodista y escritor John Gibler, participó en una charla organizada por la Taula per Mèxic y las editoriales Pepitas de Calabaza y La Oveja Roja, en la Libería Altaïr. La charla se tituló «Testimonios de revuelta y esperanza«. En la mesa, además de Gibler, participaron los miembros de la Taula per Mèxic, Antonella Medici y Juan Pablo Soriano; y el periodista mexicano Luis Guillermo Hernández.

John Gibler es un escritor y periodista independiente que vive en México desde el año 2006. «Yo nací en lo que alguna vez fue territorio mexicano, en Texas», comenta. También cuenta que viajó a México por primera vez atraído por el movimiento zapatista. No estudió periodismo, se forjó sobre el terreno. Viajando allá a donde estaban sucediendo las cosas, para conocer y después comunicar, por ejemplo en Atenco, en Ayotzinapa… Él se acerca a la gente, la conoce, la entrevista, hace amigos y colegas. «Yo me quedo en México. No me voy. No me iré, aunque las cosas se pongan difíciles», explica cuando alguien le pregunta qué opina de la posibilidad, que él tiene como extranjero, de salir a tomar un respiro para alejarse de todo. «No, yo me quedo» y así reafirma su compromiso por contar la terrible realidad que se vive en México, en medio de tanto silencio y desolación.

La necropolítica

Es el control sobre la vida y la muerte del Estado, que así muestra su soberanía. La guerra como negocio.

 Ayotzinapa

El gobierno federal miente. Mintió desde el primer momento en los hechos de Ayotzinapa. Por ejemplo: el quinto autobús, del que todos los supervivientes hablaron, pero que desapareció de todos los reportes. Las diferentes policías que participaron, también los militares. Pero para el gobierno federal sólo participó la policía «local».

La tortura a las familias al hacerlos imaginar a sus hijos quemados en un basurero. Las falsas evidencias, los testimonios también falsos. Los procuradores abrazando y protegiendo la mentira. El silencio periodístico. Las voces que responden a una lógica del silencio.

Mis libros forman parte de un pequeño coro de voces que cuentan la realidad, para que se sepa la dimensión real de lo que sucede. Yo fui a México para cubrir la vida, la lucha. Viví la represión en Atenco. Escucho la palabra y la comparto por el sentido de compromiso, por el amor por mis compas y por las personas por quienes escribo. Hago amigos en Sinaloa, en Juárez, en Ayotzinapa…
 
¿Y la esperanza?
La esperanza la encuentro en esas personas que ven pasar el mercado de la muerte y actúan. Como las patronas: ellas cocinan, juntan frutas y agua, y con cariño, humanidad y generosidad las lanzan a los lomos de la bestia para ayudar a los migrantes.
También la encuentro en «Los otros desaparecidos», los que buscan fosas. No piden permiso, ni se quedan atrapados en el imaginario ya establecido. ¡Hacen! Buscan fosas, dan comida, luchan, se organizan. Esas personas son la luz: Alma Trinidad, Luz María Dávila, Miriam Rodríguez, Javier Sicilia…y tantos otros. Todos contra el descaro del Estado y su geografía del dolor.
 
John un «guerrillero de la pluma»
Para mí escribir es ejercer política. Lo que a mí me importa es ser honesto.
 
¿Y el muro de Trump?
El muro ya existe desde hace mucho tiempo. Está en la política, en el racismo, en el capitalismo.
 
Si las cosas se ponen difíciles. ¿Te irías de México?
Lo que yo hago es no irme. Yo me quedo. Tengo un compromiso. Tengo amor por mis compas. Yo no me voy. No me cabe en el imaginario eso de pensar: si me canso, me voy. No. Yo me quedo. Yo quisiera nacionalizarme, pero me da alergia el Estado.
 
Sobre el peligro de ejercer el periodismo en México:

El tema más peligroso es cubrir las relaciones del gobierno. La guerra es un negocio y con ella crecen todos los mercados relacionados y los submercados a su alrededor: la trata, los secuestros…

La violencia y el negocio de la muerte es de Estado porque la guerra es muy buen negocio.

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John Gibler (Texas, 1973) llegó a México como periodista independiente atraído por el movimiento zapatista y las movilizaciones sociales de Oaxaca en 2006, el mismo año en que el presidente de la República, Felipe Calderón, declaraba la «guerra contra el narcotráfico». Reside desde entonces en México. Como periodista, ha continuado informando para diferentes medios estadounidenses y canadienses, pero el grueso de su producción se ha orientado hacia el ensayo y la crónica. Es autor de Tzompaxtle: La fuga de un guerrillero (Tusquets, 2014), Morir en México (Sur+, 2012), 20 poemas para ser leídos en una balacera (Sur+, 2012), Fue el Estado (Pepitas de Calaba, 2016) y México Rebelde (Debate, 2011). Ha colaborado también en los libros País de muertos: crónicas contra la impunidad (Debate, 2011) y Entre las cenizas: historias de vida en tiempos de muerte (Sur+, 2012).

¡Agáchate, cabrón!
¡No dejes caer la cámara, el celular, la memoria, la rabia!
¡Cúbrete!

¡No te acostumbres a los muertos, a los guachos apuntándote
en la calle, a los politicólicos en la tele diciendo
en algo andaba, era un ajuste de cuentas!
Ni madres, cabrón, pero ¡agáchate!
Tampoco es para que te avientes a lo güey
y termines desayunando una ráfaga.
Lo primero es tragar tierra, mano, y esquivar las balas.

Bien, güey, ¿estás bien?
¿No te volaron los sesos, los ojos, el asco?
¿No te han pegado ningún tiro en el estómago,
la pierna, el aliento, la hermandad?
Mírame, concéntrate, ¿puedes ver todavía?
¿Cuántos dedos ves? Escucha, güey, contéstame,
¿Cuántos masacrados van en el sexenio? En el año,
en el día, ¿cuántos van? ¿En el mañana encajuelado?
¿Cuántos puedes nombrar?
Pero, ¡agáchate!
¡Cuidado con las cifras!
Cuando estallan los porcentajes
las esquirlas no dejan de volar nunca

Mira cómo desfilan
los desaparecidos, los dolidos, los espantados,
los destruidos, los muertos de hambre, los huérfanos,
los desposeídos, los rendidos, los tristes, los olvidados…
todos, “los menos.”

Pero mide bien las distancias, carnal. Ve, tendrás que correr de esta
esquina hasta el otro año. Por lo menos.
Ya sabes que por este barrio anda la merísima chingada
tanto motorizada como trajeada,
y abre sus grietas en plena calle
sin ningún aviso y así nomás caes en las estadísticas,
mandando a tus familiares al tour nacional
de las morgues.
Oye, pero, ¿de qué marca es la impunidad cuando resulta de
tan alta calidad?

¡No mames, güey, guarda la fusca! ¿Qué vas a hacer
con una pinche pistolita frente a cuarenta cabrones con ametralladoras?
Tal vez si estuviéramos organizados como los compas en el sur,
pero aquí no, y es eso lo que nos falta,
organizarnos, pero ¿cómo, con tanto plomo en el aire,
con tanta saña polarizada, con tantos siglos en el ahorita?
¿Dónde empezar? ¿De dónde agarrar
cuando el silencio cobra en sangre,
cuando la televisión te corta cartucho, el chavito de la esquina
te delata, y el presidente sólo te regala un ramo de cuernos?

Ni modo, mi buen, tenemos que arriesgarnos.
Corre en zigzag, güey, agáchate bien,
evita, sobre todo, esos charcos aceitosos de cinismo en el piso,
agárrate del verbo, no te sueltes del asco,
acuérdate, siempre, acuérdate de que estás en tu casa.

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John Gibler / de 20 poemas para ser leídos en una balacera

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