Si tengo dos mil canicas, una mente prodigiosa, tiempo, paciencia y manos habilidosas… ¿qué puedo hacer? Me gusta cómo suenan. Me gusta cuando chocan, me gusta cuando vibran.
¿Y si hacemos música con ellas? Las dejamos caer. Que se deslicen, que hagan vibrar las teclas. Que viajen por los rieles de una máquina fascinante.
Todo esto habrá pensado el joven sueco, Martin Molin, al caerle un saco de canicas cuando era niño. Y no hizo con ellas lo que todo pequeño regularmente hace. No. Martin Molin, dejada atrás la niñez, se convirtió en músico de la banda Wintergatan y decidió echar a andar aquél sueño.
Y, decidido, lo construyó. El instrumento se llama Wintergatan Marble Machine y es una caja musical que utiliza, además de manivelas y rieles, dos mil canicas de acero que se mueven a través de embudos, tubos y poleas y en su camino hacen sonar diversos instrumentos: desde el vibráfono y el bajo hasta bombos y platillos. Es de madera y sus más de tres mil piezas fueron elaboradas, una a una, con mucha paciencia y mimo. La mayoría fueron hechas a mano y algunas empleando programas de 3D y fabricación digital. Es una máquina como las cajitas musicales y mágicas de nuestras abuelas pero, además de ser mucho más grande, es totalmente del siglo XXI: es programable.
Toda una obra de ingeniería y diseño loco y sueco, que suena y luce así: