Ilustración: Lola Zavala
por Lola Zavala
El 20 de julio de 1923 José Doroteo Arango Arámbula, Pancho Villa, El Centauro del Norte, fue emboscado y asesinado en Chihuahua, México. Su cuerpo fue decapitado y dicen que su cabeza fue un trofeo por el que se pagaron cinco mil dólares.
Pancho Villa luchó en la llamada Revolución Mexicana junto a muchos otros que también murieron por la causa. Mucha sangre se derramó entonces.
En México celebramos cada 20 de noviembre el inicio de aquella revolución que ya cumplió más de un siglo. ¿Pero qué festejamos si la sangre de nuestros pueblos se sigue derramando?
Aquella revolución no llegó a nada.
No resolvió nada.
Aquella lucha sigue vigente. Son los mismos los que continúan, aún hoy en día, sufriendo el hambre, el atropello y la falta de respeto a sus derechos humanos y a sus vidas.
La sangre, cien años más tarde, se sigue derramando. Imparable.
Nos desangramos a manos de nuestros propios ejércitos, comandados por nuestros propios gobiernos.
Cada día mueren asesinados hombres y mujeres, sin importar su edad ni condición.
Dicen que no hay mal que dure cien años. Se equivocan, lamentablemente.
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