Crónica del 20N en Barcelona

Ilustración: Pedro Strukelj
Ilustración: Pedro Strukelj

por Lola Zavala

Barcelona, 20 de noviembre de 2014. 20 horas

Más de 500 personas nos dimos cita en la emblemática fuente de Canaletas, en la Rambla de Barcelona, para mostrar nuestro profundo dolor, nuestra tristeza y nuestra solidaridad con el pueblo mexicano. Una enorme reproducción del Guernica escoltada por banderas mexicanas indicaba que ese era el punto de partida. Fueron apareciendo las velas, los globos negros, los corazones y los gritos solidarios. En el centro se colocaron los rostros de los 43 estudiantes de Ayotzinapa desaparecidos desde el 26 de septiembre, las mantas y las consignas.

Más tarde caminamos todos juntos, los nombramos uno a uno, del uno al 43. Pedimos justicia, que pare la violencia, que renuncie Peña Nieto. Gritamos al unísono que la lucha sigue, que aquí no se acaba. Llevamos con nosotros los rostros y los nombres de los 43 que nos siguen haciendo falta y en el alma y en nuestros corazones  los miles de desaparecidos y asesinados en territorio mexicano.

Sentimos la angustia, la desolación, la rabia y la impotencia en nuestras carnes, en nuestros corazones, en nuestras entrañas. Los nombramos uno a uno. Los lloramos uno a uno. Los evocamos. A todos. A ellos, a sus familiares, a sus amigos.

Recordamos también que los desaparecidos en México no son sólo 43 y el corazón se nos hizo aún más chiquito.

Caminamos todos juntos. Los nombramos uno a uno. Los evocamos uno a uno. Porque ¡vivos se los llevaron y vivos los queremos!

Al llegar a la Catedral de Barcelona leímos los 43 nombres y algunos comunicados, incluido el Acróstico decimal del dolor en la voz de su autor Amilcar Vargas. Guardamos un minuto de silencio. Juntamos firmas para solicitar en el Parlamento Europeo que se reconozca lo sucedido en Ayotzinapa como un crimen de Estado.

También hicimos una colecta para la viuda de Julio César Mondragón, el estudiante brutalmente asesinado.

El ambiente se cargó de energía, de indignación y de dolor pero, sobre todo,  de esperanza colectiva en pro de un México sin violencia.

Foto: Rodrigo Vázquez
Foto: Rodrigo Vázquez