El amor vence. Recuperada la identidad del nieto 118, robada por la dictadura militar argentina

Delia Giovanola y Martín Ernesto Mozé en Barcelona. Foto: Sandra Vicente
Delia Giovanola y Martín Ernesto Mozé, miembro de H.I.J.O.S. e hijo de un desaparecido y asesinado por la dictadura. Vallcarca, Barcelona. Foto: Sandra Vicente

07/11/2015.- Ayer nos despertamos con la maravillosa noticia de que Delia Giovanola, cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, recuperó a su nieto. Es el nieto número 118 que consigue recuperar su identidad, robada por la dictadura cívico-militar argentina. A finales de octubre esta incansable abuela de 89 años visitó Barcelona para demostrar que la esperanza no muere, que el amor vence, que la lucha continua.
Compartimos la entrevista que la periodista Sandra Vicente le hizo a Delia Giovanola aprovechando su estancia en esta ciudad, el pasado octubre, días antes de conocer la feliz noticia.
Un artículo publicado en La Directa, el 22 de octubre de 2015.

«Los bebés se regalaban como si fueran paquetes de harina: se habían convertido en un botín de guerra»

por Sandra Vicente 22/10/2015

Hablamos con Delia Giovanola, mujer, madre, disidente y, sobre todo, incansable. Cofundadora de Abuelas de Plaza de Mayo, a sus 89 años, ha visitado Barcelona para hablar sobre los asesinatos y las desapariciones durante la dictadura argentina.

Delia Giovanola es una mujer luchadora. Ya hace 39 años que dura su pugna para recuperar aquello que la dictadura argentina le robó: un hijo y una nuera, asesinados en un campo de concentración, y su nieto Martín, a quien todavía busca.

La necesidad de devolver la identidad al pequeño y traerlo a casa hizo que juntara fuerzas con doce mujeres más que, a partir de la experiencia adquirida con Madres de Plaza de Mayo, fundaron una plataforma dedicada a las abuelas. Mujer, madre, disidente y, sobre todo, incansable: a sus 89 años, llega a Barcelona desde Argentina invitada por el colectivo H.I.J.O.S. (Hijos e hijas por la Identidad y la Justícia y Contra el Olvido y el Silencio) para difundir la busca de los 400 niños y niñas que todavía restan desaparecidos. Las piernas le empiezan a flaquear y nos coge del brazo para subir las calles de Vallcarca, donde hay un mural dedicado a estas abuelas luchadoras. Pero se enfada si le sugerimos de hacer un descanso: aunque le pueda faltar el aire, lo que no le falla es la memoria ni la retórica, que dedica íntegramente a reproducir un mensaje: no descansará hasta encontrarlos.

Delia Giovanola. Foto: Sandra Vicente
Delia Giovanola. Foto: Sandra Vicente

¿Cómo era su vida antes de formar parte de Abuelas de Plaza de Mayo?
En 1976 yo era una mujer de clase media, era maestra de escuela; me dedicaba a trabajar y a cuidar de mi casa. Pero de repente el golpe de estado hace desaparecer a mi hijo, que es el hijo querido, deseado. Y me transformo; mi vida da un giro de 180 grados, porque tuve que salir a la calle a buscarlo. ¿Qué podía hacer, cómo lo podía buscar? No había ninguna pauta establecida para buscar un hijo, porque este tipo de crímenes no habían sucedido nunca en Argentina y pocas veces en el mundo. Recuerdo que, antes de la desaparición de mi hijo, cuando él me explicaba de otras personas a las que se habían llevado, yo le decía: ‘algo habrán hecho’. No fue hasta que me faltó él que tomé conciencia de la gravedad del asunto…

¿Es entonces cuando se dan cuenta de que la búsqueda tiene que convertirse en colectiva y organizada?
Ninguna de nosotras sabía qué hacer y una mujer, madre de un desaparecido, me vino a ver a la escuela para invitarme a concurrir a la plaza donde se estaban reuniendo aquellas madres. Yo me resistí bastante, no me fue fácil. Pero ante su insistencia cedí y fui, aunque sin ningún entusiasmo ni ilusión de conseguir encontrar a mi hijo -como de hecho acabó sucediendo, porque no lo encontré nunca. Pero sí encontré otras mujeres que estaban en la misma situación que yo; pero con la diferencia de que tenían muchísima fuerza y, a partir de aquí, me sentí cambiada. Aquel fue el principio de una vida completamente diferente; cada jueves íbamos a la Plaza y fuimos creciendo en número.

Delia Giovanola. Foto: Sandra Vicente
Delia Giovanola. Foto: Sandra Vicente

¿Recuerda a alguna compañera en especial de todos estos años de lucha?
Una de las primeras madres que me recibió fue Azucena Villaflor, que poco después acabó siendo ella misma una desaparecida más. Fue secuestrada como los hijos a los que se dejó la vida buscando; recuerdo la impotencia cuando nos dijeron que habían encontrado su cadáver, que había sido arrojado desde un avión. O esperamos que el cuerpo estuviera ya cadáver. Ella, como todas las mujeres que conocí en la Plaza, me cambió la vida.

Un segundo punto de inflexión se da cuando se dan cuenta de que algunas de las mujeres desaparecidas estando embarazadas ya tendrían que haber dado a luz y, por lo tanto, ya no sólo buscaban hijos sino que ahora buscaban nietos.
Exacto; las madres de hijas o nueras embarazadas nos reagrupamos en otra plataforma para llevar a cabo la búsqueda de los nietos, que tendría unos procedimientos totalmente diferentes a los de la búsqueda de los hijos. Para empezar, los habeas corpus ya no se tenían que presentar en los tribunales comunes sino en los tribunales de menores. Nuestro primer impulso fue peinar los orfanatos, los asilos, hospitales o guarderías…partiendo de la base de que aquellos bebés, que habían nacido en los campos de concentración, ya no seguirían allá. Pero aquello no dio ningún tipo de resultado.

¿Cómo se busca a alguien al que no se ha visto nunca y del que ni siquiera se sabe el nombre?
No lo sabíamos, por eso la necesidad de formar Abuelas de Plaza de Mayo. En un principio fuimos doce mujeres las que pusimos en marcha el proyecto. Lo primero que hicimos fue denunciar la situación ante el mundo: escribimos a varias embajadas de países que disfrutaban de una democracia y donde supiéramos que se respetaban los derechos humanos. Y tuvo muchísima difusión, hasta el punto que recibí 1.800 cartas de solidaridad tan sólo de Canadá, y esto sin contar las de los otros países. Recuerdo que el cartero me traía paquetes de cartas ligadas con hilo y un día me preguntó que por qué era tan famosa y yo le expliqué mi historia. Mucha gente que, como él, estaba alejada de aquel drama, tomaba conciencia gracias a la difusión que pudimos hacer nosotros.

¿Qué tipo de resultados les dio esta difusión?
Empezamos a recibir denuncias de ciudadanos que nos avisaban de que en casa de una familia vecina de repente aparecía un bebé sin que la mujer hubiera estado nunca embarazada. Cosas raras que nos iban tendiendo un hilo de búsqueda y fue así como pudimos recuperar nuestros primeros nietos.

¿Una vez localizados estos niños, cómo se demostraba que en realidad eran hijos de los asesinados por la dictadura?
No era fácil, al principio las familias se resistían muchísimo: habían cuidado muy bien de todos los detalles, como las partidas de nacimiento, que muchas veces eran falsificadas directamente desde los campos de concentración donde contaban con asesoramiento jurídico. Pero nosotros contraatacamos con la que, considero, es la mejor aportación que han hecho las Abuelas al resto de la humanidad: el llamado ADN de abuelidad, que permitió relacionar genéticamente a los nietos y a las abuelas sin la necesidad de poseer muestras de los padres. En este momento, ya no había marcha atrás porque teníamos una prueba irrefutable de que aquellos pequeños eran nuestros.

Y con todo el contexto de impunidad que había entonces, ¿cómo se podía obligar a las familias que habían criado a los niños a aportar una muestra de ADN?
Evidentemente no era fácil, tuvimos que enfrentarnos a una resistencia brutal. El caso más difícil que recuerdo es el de la familia propietaria del diario argentino Clarín, que crió a dos chiquillos adoptados. Ellos defendían que habían sido adoptados de manera regular, pero resultó que eran niños nacidos en los campos. Teníamos que encontrar formas de poner a las familias contra la espada y la pared para que nos dieran las muestras o bien, ya pasados los años, poder contactar directamente con los nietos. Pero afortunadamente la cesión del material genético ahora está obligada por ley, cuando hay dudas sobre la identidad de una persona. Del mismo modo, los nietos están obligados a recuperar su identidad, es decir, a recuperar el nombre y el apellido que les pertenecía antes de que sus padres murieran a manos de la dictadura. Tiene que quedar claro que en ningún caso tienen obligación de volver con sus abuelas, porque a estas alturas ya son hombres y mujeres adultos. Cuando encuentre a mi nieto, que ahora debe de tener 39 años, tendrá que cambiarse el nombre. O mejor dicho, recuperarlo, porque no se lo quitó él, se lo robaron.

Tuvieron que pasar años después de la caída de Videla para que empezaran a aflorar leyes que castigaran y persiguieran a quienes permitieron estos robos de identidades. ¿Qué papel tuvieron las Abuelas en esta lucha legal?
El primer paso era que se reconociera que había habido un plan sistemático de apropiación de bebés por parte de la dictadura de Videla. Y para ello intervinieron los abogados de Abuelas, quienes también consiguieron que estos robos fueran imprescriptibles. Antes se consideraba que estos niños habían sido simplemente secuestrados y, por lo tanto, se trataba de un crimen que prescribía; pero ahora hemos conseguido que tardemos lo que tardemos en encontrar a cualquier persona que haya tenido algo que ver en la apropiación de un niño, pueda ser juzgada y condenada.

A estas alturas, ¿cuántas mujeres quedan luchando en nombre de Abuelas de Plaza de Mayo?
Hoy, como abuelas fundadoras quedamos dos y, dentro de la comisión de Abuelas en Buenos Aires hay siete; también quedan en Mendoza, donde había las dos abuelas de la última nieta recuperada. Pero no te pienses que quedamos demasiadas: piensa que todas rondamos los 80 años y hay quienes superan los 90. Tenemos muchos años a las espaldas, pero seguimos y seguiremos.

Las actividades de busca de Abuelas eran un acto claro de disidencia hacia la dictadura. ¿Qué precauciones se tomaban?
Nuestro símbolo más característico, el pañuelo blanco, nació precisamente de esta necesidad. Peregrinamos a una localidad que se encontraba a más de dos horas andando de Buenos Aires y nos queríamos hacer ver, para hacer notar la lucha y podernos reconocer entre nosotras, pero sin llamar la atención. Antes de aquello usábamos un clavel en la solapa de la chaqueta, pero a una de las madres se le ocurrió que se podía usar uno de aquellos pañales de trapo de nuestros hijos como símbolo. Las que no teníamos pañales compramos tela blanca y de aquí nació el pañuelo. Y allá donde veíamos un pañuelo blanco nos reuníamos. Con el tiempo, algunas fueron bordando el nombre de su hijo. Yo escribí: Jorge Óscar Ogando, Estela Maris Montesano de Ogando y El bebé, nacido en cautiverio, ¿dónde está?

Estas desapariciones pretendían una anulación moral de la disidencia a la dictadura, pero también fue sufrida por el resto de la sociedad. ¿Todavía están presentes los efectos de este terror?
Nuestros hijos desaparecidos y asesinados, o las compañeras que recibieron amenazas y que incluso llegaron a ser asesinadas, son un ejemplo clarísimo de la eliminación de aquellos que eran críticos con el régimen. Pero los efectos morales de todo aquello y el peligro y la carga de la lucha continuaron vigentes años después de la llegada de la democracia. El caso de mi nieta Virginia es una prueba: la noche que se llevaron mi hijo y mi nuera, dejaron en casa una niña de tres años que, con el paso del tiempo se convirtió en una mujer fuerte, activista y decidida a encontrar a su hermano, que había nacido en un campo de concentración. Se afilió a H.I.J.O.S. y las reuniones se hacían en su casa hasta que llegó un momento en que se sintió muy vigilada y controlada. Nunca fue amenazada abiertamente, pero se sentía, y cómo tenía dos niños pequeños, avisó la policía y se le puso protección. Pero hace cuatro años que la presión pudo con ella y se suicidó. Había hecho de la búsqueda de su hermano su razón de vivir, pero al no conseguirlo se quitó la vida. Entonces yo renové mi juramento de encontrar a mi nieto, tanto por mi hijo y por mi nuera, como por Virginia. Y ya van 39 años de lucha.

Foto: Sandra Vicente
Foto: Sandra Vicente

¿Cómo han cambiado las técnicas de búsqueda con el paso de los años, ahora que las personas que buscáis ya son adultos con conciencia?
Todavía hoy estamos encontrando nietos que pueden rondar los cuarenta años de edad. Cada vez que encontramos uno, nos crecen las ganas y las fuerzas para continuar la búsqueda. Y con el paso de los años nos hemos dado cuenta de que tenemos más apoyo internacional, tenemos más voz y más métodos, así que empezamos a inventar otras maneras de hacer la búsqueda. Las muestras de arte han resultado ser muy útiles, como los murales que Barcelona tiene en la zona de Vallcarca o el teatro y la música por la identidad. También hemos hecho uso de las nuevas tecnologías y celebramos anualmente el concurso en los mejores mensajes e ilustraciones por la identidad en Twitter.

Ahora que aquellos a los que se busca ya no son niños sino adultos con la capacidad de dudar de su identidad, ¿la estrategia de búsqueda consiste en apelarlos directamente?
Exacto; emitimos constantemente y en varias formas un mismo mensaje: cada charla, entrevista o concierto ayuda a difundir esta lucha y nos ayuda a encontrarlos. Pero con la diferencia de que ahora son los nietos los que nos buscan a nosotros, porque les aseguramos que podemos dar respuesta y solución a las dudas que muchos de ellos pueden tener sobre su procedencia. Pero hay un punto que les dificulta mucho hacer este paso, que es el miedo al peso de la ley que podría caer sobre aquellos que les criaron, pero que también fueron quienes les robaron la identidad. Por supuesto que las leyes son duras en proporción al crimen cometido: había familias a los que se regalaba niños como si fueran paquetes de harina. Se convirtieron en una especie de trofeo de guerra que simbolizaba la anulación moral de la disidencia. Evidentemente no se castigará igual a estos primeros que a aquellos que sí tomaron parte activa en la apropiación del bebé. Y no tenemos que olvidar que son muchos los personajes del régimen que participaron en el secuestro, la tortura y asesinato de los padres del niño al que finalmente acabarían criando.

De hecho, incluso se constituyeron maternidades clandestinas dentro de los campos de concentración…
Hasta tal punto era sistemática la apropiación de bebés, que muchas mujeres de militares visitaban estos centros de maternidad para ver cómo eran físicamente las futuras madres: si eran rubias o morochas, si tenían cultura o no, y así poder elegir el niño que se llevarían. Aquellos bebés acabaron creciendo en casa de los perpetradores de los crímenes de estado, y este es uno de los motivos por los cuales hemos encontrado a muchos niños por aquí en Europa: cuando cae la dictadura, todos aquellos que se han reconocido como parte del entramado del régimen (militares, policía o la marina) han emigrado para intentar huir del brazo de la justicia. Muchos acabaron en países como Italia y España y es por eso es tan importante la difusión internacional. Los nietos existen, al contrario de lo que decía Videla; sabemos que están vivos y en algún lugar tienen que estar.

Y, en este sentido, ¿cómo ve el trabajo de asociaciones como H.I.J.O.S., que beben directamente de Abuelas y Madres de Plaza de Mayo?
Nosotras vimos nacer H.I.J.O.S. hace veinte años, estaban en la plaza con nosotras y los sentimos una parte de nuestra lucha. Estamos realmente muy agradecidas de ver cómo, en todo el mundo, nuestros nietos continúan aquello que nosotras hemos puesto en marcha: ellos representan a los hijos que se llevaron y sabemos que, mientras ellos continúen siendo, no se dejará nunca de buscar a los 400 que todavía nos faltan. Su lucha es una consecuencia de la nuestra y sé que si yo no llego a encontrar mi nieto Martín, ellos lo encontrarán por mí.

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Delia Giovanola y Martín Ernesto Mozé, miembro de H.I.J.O.S. e hijo de un desaparecido y asesinado por la dictadura. Vallcarca, Barcelona. Foto: Sandra Vicente

¿Cuál es el legado que dejan?
Yo no me siento diferente a ninguna madre del mundo, le hayan robado el hijo o no. Quizás hay quien no ha luchado ni luchará nunca por la memoria, la verdad o la justicia, pero desde el momento que te quitan a un hijo, cualquier mujer saldría a la calle a buscarlo. Nosotras no somos heroínas, sólo somos madres. Lo que dejamos es la experiencia que hemos tenido y que esperamos que nadie más tenga que tener: pido a todas las madres del mundo que cuiden de sus hijos y que no se los dejen arrebatar, que siempre luchen por ellos. Y es este instinto de protección hacia los nuestros, que caracteriza a cualquier madre, el que hizo que cogiéramos por sorpresa a los militares: no se esperaban que saldríamos a la calle con aquella fuerza y aquella terquedad. Espero que nuestro trabajo no haya sido en vano, por eso pido por favor a los pueblos de todo el mundo que luchen para mantener la paz. Respetar la democracia y cambiar los gobiernos con organización e inteligencia, pero sin violencia; tenemos que evitar que estos crímenes vuelvan a suceder, porque esto no se cura nunca: un hijo muerto no se puede volver a recuperar.

Todavía hoy se están llevando a cabo juicios para condenar a aquellos que tomaron partido en la dictadura de Videla. ¿Qué importancia tienen estos procesos para la recuperación de la memoria?
Como he dicho, para ninguna de nosotras hay reparación posible. No podremos perdonar nunca que nos quitaran a quienes quieríamos, pero puesto que lo hicieron alevosamente, queremos que paguen. Sin odio, pero que paguen; no seremos libres hasta que no logremos la verdad, la memoria y la justicia, que son los tres pilares de los derechos humanos. Queremos saber dónde están los cuerpos de nuestros hijos, que se reconozca y no se olvide que fueron torturados y que la justicia castigue a los culpables que todavía quedan sin juzgar. Sólo entonces podremos continuar adelante.


Sandra Vicente es activista y periodista, especialmente focalizada en movimientos sociales y derechos humanos. De vez en cuando se deja ver por La Directa, aunque su pequeño proyecto es un portal sobre periodismo social en Barcelona: La Colmena Periodisme 
Twitter: @Sandra_ViBa

Todavía hay jóvenes que no conocen su verdadera identidad vos podés conocer a uno de ellos, vos podés ser uno de ellos.
Si naciste en Argentina entre 1975 y 1980, si dudás sobre tu identidad, ponte en contacto con:
http://www.abuelas.org.ar/
http://hijosbarcelona.wix.com/hijosbarcelona

«En Argentina las locas de Plaza de Mayo serán un ejemplo de salud mental porque ellas se negaron a olvidar en los tiempos de la amnesia obligatoria… » Eduardo Galeano

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