por Sergio Ferreira
Nunca los viste
no eran ellos los que te apretaban en la calle
pidiéndote documento por la cara que tenías
eran sus esbirros los del camión celular
que llegaba a cualquier hora a cualquier bar
y hacía la razzia
Ellos lograron que no vieras sus caras en la calle
viajaban en autos grandes y rápidos
conducidos por choferes guardaespaldas
se enmascaraban de bigotes, de anteojos negros
de trajes caros, de maletines casi siempre vacíos
Querían estar lejos de vos y lo consiguieron
aún cuando declaraban guerras
y sobre todo cuando declaraban guerras
mandando al frente a grupos de tareas
si la guerra era sucia
a soldados sin instrucción militar
si la guerra era formal
No los viste cara a cara ni acaso cuando perdieron
todas las guerras
ni cuando los enjuiciaron
Los testigos sí
ellos volvieron a verles las caras en el tribunal
en condiciones distintas a cuando se las veían
en las sesiones de torturas
Pero vos no los viste nunca
más que por tv
incluso cuando jaquearon al gobierno democrático
al gobierno constituido
–o sea a vos y a todos–
la triste pascua del 87
quizá por eso no te dolieron ni la Obediencia Debida
ni el Punto Final
ni los Indultos
Quizá por eso ahora no entendés que tanto revuelo
levantan esos viejos amargos
que son liberados con beneficios de delincuentes comunes
A mí no me hicieron nada, decís
y la justificación te cuesta barato
porque total vos no los vas a ver
–como siempre pasó–
cuando anden libres, sueltos,
en grandes autos rápidos de vidrios polarizados
conducidos por guardaespaldas
Ellos vivieron siempre lejos de tu universo
de tu trabajo chico y de tu sueldo chico
y de tu conformismo desinformado
(ah, que conste, ellos son los que diseñaron
tu trabajo chico, tu sueldo chico
y tu conformismo desinformado)
Ni aún los vas a ver a ellos
si, como dijo Bretch, algún día
sus grupos de tareas, sus soldados sin instrucción militar
para la guerra
te patean la puerta, te sacan de los pelos
te llevan para siempre.
Sergio Ferreira. Contador público nacional por terca equivocación, comunicador por necesidad, poeta por voluptuoso deseo. También editor, como una manera de trabajar justificando su paso por el mundo. Tejedor de relaciones con agujas que atraviesan corazones e hilos que enredan con cierta virtud. Va y viene con la maleta cargada de libros. Podríamos decir de él que es un hombre de papel y tinta.